20 de abril...
- Persona Normal

- 20 abr 2021
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"20 de abril del 90. Hola chata, ¿cómo estás? ¿te sorprende que te escriba? Tanto tiempo es normal...pues es que estaba aquí solo, me había puesto a recordar, me entró la melancolía y te tenía que hablar."
Hoy más de uno habrá tenido esta canción en mente. Creo que es inevitable para unas cuantas generaciones no tararearla o cantarla entera cuando llega la fecha de hoy. Llevamos años viendo cómo se postean respuestas a esta canción, o como sería la canción en la actualidad con todas las redes sociales activas. El compositor de la canción jamás se habría planteado escribir una carta en el 2021.
Y yo me pongo nostálgica. Me encantaría recibir una carta escrita a mano con este encabezado. Bueno, quizás que me llamaran "chata" no sería lo que más ilusión me haría, pero ¿dónde está actualmente en la comunicación la magia que residía en las cartas?
En mis recuerdos, sólo echo hacia atrás la vista 20-25 años, pero ¿y el romanticismo de las cartas que se mandaban nuestros abuelos? Palabras llenas de esperanza, de sueños a veces truncados por las guerras o por la distancia. Cartas sin acuse de recibo, cartas sin el doble check azul del whatsapp.
Yo empecé a escribir a los 10 años, primero diarios, luego algún que otro cuento, pero algo que siempre me fascinó fue escribir cartas. Hojas y hojas de preguntas para conocer a la otra persona, confesiones, sueños, ilusiones plasmadas en papel. Conservo todas y cada una de esas cartas que recibí en la era pre-messenger. Y las considero un tesoro.
En el fondo (y en la superficie) soy una romántica, por lo que ese momento en el que hay un folio en blanco, esperando a ser llenado es, para mí, como el principio de un enamoramiento. No se sabe qué saldrá ni qué palabras llenarán cada uno de esos rincones, pero no dejará indiferente ni a quien las escribe ni a quien las leerá.
Recuerdo con especial cariño una frase: "si acercas tu preciosa nariz a esta carta, podrás olerme a mí" y sí, olía a ESE perfume, ese perfume que me había vuelto loca durante un verano. Creo que se convirtió en una de mis hojas favoritas. Palabras y palabras que llenaban folios que me escribía una persona a la que no le entusiasmaba hacerlo. Frases que releí millones de veces.
Recuerdo esas cartas inacabables con mis amigos de Pamplona que a día de hoy sigo conservando. La distancia sólo conseguía que las palabras cobraran toda la fuerza del mundo cuando recibía un sobre con el nombre del remitente a quien tanto echaba de menos. Y no pasaba nada si tardaba dos semanas en contestar. Se entendía que todos teníamos nuestras vidas, nuestros estudios, nuestra ciudad. No había una respuesta no meditada, ni un OK de compromiso, ni un emoji susceptible a ser malinterpretado.
Nada que ver con la inmediatez de comunicación actual. No, no la critico porque soy la primera que intento contestar a la mayor brevedad posible, pero se ha perdido esa magia. Tenemos una interacción constante que impide echar de menos. Y aunque, a veces, esa incertidumbre de no saber cuando respondería la otra persona podía llegar a desesperar, la ilusión con la que leía cada palabra no es comparable con lo que se siente actualmente al leer un whatsapp, por mucho que haya esperado 12 horas para recibirlo.
Puede que hoy esté melancólica como en la canción, puede que quisiera ser capaz de volver a tener la paciencia que tenía para esperar una respuesta, puede que simplemente extrañe esa sensación de echar una felicitación de cumpleaños al buzón calculando el tiempo "preciso" para que el destinatario la recibiera el día exacto, ni un día antes, ni un día después.
Me diréis, ¿y tú que haces?¿todavía mandas postales? Pues no. Bueno, sí que mandé una hace relativamente poco, felicitando de mi puño y letra. Ya no controlo el tiempo que tarda en llegar una postal a su destino, por lo que acabó llegando demasiado tarde. Y, obviamente, perdiendo toda su intención: sorprender.
Y todo esto para decir que, hoy 20 de abril, me encantaría volver a mandar cartas y a recibirlas. Tengo mensajes furtivos escritos en un avión por mis amigas en mi diario, sigo dejando notas, en agendas, en billeteros, en post-it a mis compañeros de trabajo... y me ilusiona poder sorprender a alguien con palabras. Podría asegurar que todas las personas importantes de mi vida, tanto del pasado como del presente, tienen algo escrito mío. En primeras páginas de libros que he regalado, en cartas, en tarjetas de metro, en postales de viajes, en libretas, en reversos de fotos, en diarios escritos para ellos, en hojas con sms transcritos, en servilletas... Para esos adictos a la tinta que todavía sobrevivimos, escribir a alguien algo a mano es uno de los actos más íntimos y bonitos que pueden existir.
"Bueno, pues ya me despido, si te mola me contestas. Espero que mis palabras desordenen tu conciencia." 20 de abril. Celtas Cortos.



Me has hecho rememorar un motón de momentos e ilusiones al recibir una de esas cartas..., recuerdo como me encantaban..., y la alegría que me daba cuando me decían que habían recibido las mías..., en muchos momentos fueron una terapia de amor, sobre todo cuando estaba lejos de mis amigos y familia.
P.D: Los post it dedicados ya sabes que me encantan.
Yo colecciono post it, son los abrazos que quise darte y no pude
Yo sigo mandando postales cuando viajo y postales de felicitación. Sí, únicamente a mis sobrinas. Porque por mi hermana sé, que andan mirando el buzón cuando ando de viaje o llega el cumpleaños de alguna de ellas. Porque sé que las guardan en sus cajas de recuerdos como tesoros. Porque me gusta, sobre todo en las felicitaciones, calcular cuándo debo enviarla para que le llegue el día (igual que tu). Te puedo decir que si la echas en Barcelona llega antes que si la echas en Sant Cugat. Cuando una de mis sobrinas me mandó una carta, ¡me volví loca a mis 40 años! Con el tema de whatsapp, redes sociales, etc., hago un detox diario de a partir de…