Cuando una puerta se cierra... se abre una botella de vino
- Persona Normal
- 14 abr 2021
- 2 Min. de lectura
No sé cerrar puertas. Es un hecho.
Hoy no sé si escribo desde la pena, desde la rabia, desde la frustración o desde la decepción. Puede que todas estas emociones ayuden a sanar, a poner cada cosa en su lugar y ¿por qué no? a entrecerrar esa puerta que no encaja bien con su marco y queda medio abierta.
Esta mañana me he levantado con las emociones a flor de piel. No siento pena ni rabia ni decepción hacia nadie, si no que yo soy la destinataria de todos estos sentimientos. Por haber pensado que podía funcionar, por haberme atrevido a intentarlo, por confiar en mis instintos generalmente desconfiados.
Agota caerse y levantarse, tropezar, volver a levantarse y volver a caer de nuevo. A veces pienso que lo mejor que puedo hacer para minimizar el riesgo de caída es quedarme sentada en el camino a recorrer. Así seguro que no hay nada que pueda hacerme caer.
Y entonces llegan mis botellas de vino particulares. Esas personas que aparecen dispuestas a levantarte del suelo, del sofá o de la cama. Personas que siempre están ahí, que se burlan de tus ojos de sapo post-llorera, que se sientan a tu lado pacientemente a escuchar tu versión de la historia o que te llaman para evitar que llores en el peor de los momentos.
Ellos conocen todas mis luces y la mayoría de mis sombras. Me miran y saben cómo me siento en cualquier momento, me curan las alas cuando no sé cómo volar, hacen puzzle con las piezas que se han desmontado y sé que no permitirán que me quede sentada en mitad del camino aunque yo insista que ahí quieta no hay riesgo de hacerme daño.
Son como el vino, peleones de jóvenes pero con los años sólo mejoran. Son esa botella que tienes preparada de la que siempre apetece una copa aunque a veces no sea el momento.
El simple hecho de saber que están, me hace dar cuenta que los sentimientos de rabia, pena, decepción o frustración no me llevan a ningún sitio. Que lo único que lleva a algún sitio es seguir caminando, avanzando, tropezando... pero sobre todo, aprendiendo a bordear esas piedras peligrosas.
No sé cerrar puertas ni ventanas. Tengo Diógenes emocional. Me cuesta deshacerme de personas que en algún momento han sido importantes en mi vida.
Dicen que cuando cierras una puerta, otra nueva se abre.
Mientras aprendo a cerrarla, lo único que quiero abrir son botellas de vino.
Me identifico con cada una de tus palabras.... menos mal que me gusta el vino.
Vamosss!!!!
Nunca te arrepientas de nada, cada paso que has dado te ha llevado a ser quien eres... y eres absolutamente maravillosa. Te cuesta cerrar puertas, y que? pero todos lo que te conocen quieren estar en tu reserva de botellas
Desgraciadamente de las caídas aprendemos y a veces ni eso. Pero ¿ y lo que has sentido, vivido, disfrutado, antes de la caída? Eso no te lo quita ni Dios. Que jode apostar y perder, lo sabemos. Pero es que la vida sería gris sin apostar. Y, esas botellas de vino (me encanta ese juego que haces entre la amistad y el vino), esas, siempre son por las que hay que apostar. De este pequeño tropiezo, disfruta a full de esas botellas de vino ubicadas en Barcelona, que las que están (estamos) en otra comarca, sólo podemos cogerte la mano por tlf, redes, WhatsApp... Jo ta ke neska y siempre sale el sol txipirona!! Amz, muxus
Claro que si el vino,siempre es la mejor solucion y si es un buen navarro...mejor!!
Claro que te tienes que levantar y seguir caminando porque siempre hay algo que encontrar,porque el camino esta hecho para tropezar mil veces y volver a sonreir,con esa sonrisa que tu tienes y deslumbra a todos...Y claro que no te vamos a dejar quedarte ahi autocompadeciendote..porque no,y porque tu no eres asi,eres valiente y brillante!!S