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¿Lo que nos atrae o lo que nos conviene?

Hoy hablaba con una de mis amigas sobre un amor del pasado y me ha venido esta pregunta a la cabeza. ¿Por qué muchas veces lo que más nos atrae no es lo que más nos conviene? No me gusta demasiado generalizar pero tenemos una tendencia a desear eso que sabemos que no es bueno para nosotras. Y hablo en femenino porque hoy me baso en las mujeres de mi vida. Nos gustan esos zapatos bonitos con taconazo aunque sabemos que probablemente nos dolerán. Nos apetece comer un trozo de chocolate cuando somos conscientes que, para bajar ese kilo que creemos que nos sobra, sería preferible comer verdura. Nos fijamos y encaprichamos de hombres que sabemos con antelación que nos romperán el corazón en mil pedazos.

Es como el botón rojo de emergencia. Llama demasiado la atención como para no tocarlo aunque sepas que no debes hacerlo. No entenderé nunca por qué todo aquello más llamativo es peligroso, venenoso o poco recomendable.


Las ranas dardo doradas miden 5 cm (¡CINCO! Incluso yo y mi poca capacidad para las medidas sé que 5cm son pocos) y tienen tal cantidad de veneno como para matar a 10 personas adultas. Cinco centímetros de rana dorada y bonita que puede acabar con la vida de diez personas. Y no, no son ranitas verdes que se camuflan entre el verde de su alrededor. Son llamativas. atrayentes. Igual que esas personas que las ves y sabes que se van a convertir en poco tiempo en un dolor de cabeza. Que las vas a besar y que jamás se convertirán en príncipes, que siempre seguirán siendo esas ranas bellas. Son esas personas de las cuales no te puedes alejar, ya sea por su risa, sus feromonas, por lo que significaron un día o por su aspecto de malo de película de los 50.


Dos de mis películas de cabecera dejan clarísimo que lo que más nos atrae no es lo que nos conviene. Dejaremos atrás el hecho de que, al final, los chicos malos se vuelven buenos. Algo que, lamentablemente, sólo pasa en el cine.

En Grease, nuestra Sandy se enamora de un chulo y prepotente Danny. Aparece un chico bueno, deportista, que está pendiente de ella y hace lo que Sandy quiere. Creo que poca gente recuerda el nombre del chico que le conviene (¿Tom?) porque en el momento que el malote entra de nuevo en escena, desaparece este pobre hombre. Sandy sólo tiene ojos para su rana.

En Dirty Dancing, a Baby le va detrás el partidazo del condado. Pero no, ella se cruza con Johnny y se enamora perdidamente del chico malo. ¿le conviene? No. ¿Le atrae? Sí. Tanto que tiene miedo de salir de esa habitación y no volver a sentir nunca más en su vida lo que siente cuando está con él.


Y si esto es lo que pasa de forma edulcorada en la ficción, ¿Qué es lo que pasa en la vida real? Pues lo mismo. Nos sentimos atraídos por imposibles o improbables, por personas que nos despiertan mariposas en el estómago a sabiendas que el promedio de vida de estos insectos (mis favoritos, por cierto) es de 3 semanas. Nos gusta el riesgo, subirnos a montañas rusas porque los carruseles nos parecen aburridos.


Tengo uno de mis mejores amigos que es el hombre perfecto. Es bueno, inteligente, educado, divertido, trabajador, cariñoso, amable, comunicador, adorable... y él diría "Sí, pero estoy soltero". Sí, está soltero porque es bueno, inteligente, educado, divertido, trabajador, cariñoso, amable, comunicador, adorable. No es malo, no es venenoso, no es peligroso, no te dejará plantada en una cita, ni se acostará contigo y desaparecerá unos cuantos días, ni tendrá pareja pero te buscará a ti porque le aburre su monótona vida, no te dirá que te llamará y no lo hará, no se irá mientras le despides entre lágrimas ni te dejará el corazón hecho añicos esperando que tú solita lo recompongas. Porque él es un hombre perfecto, es esa persona que te conviene para el resto de tu vida...pero, visto lo visto, tengo cada vez más claro que nos asusta la perfección.


Preferimos las piruletas de corazón al brócoli, la emoción de no saber qué pasará a la calma de lo habitual, la vorágine de sentimientos a no sentir nada aun a riesgo de sentir dolor, las atracciones que nos marean a las que nos aburren.


Y a pesar de saber que no nos conviene ese pasillo de colores del supermercado, siempre acabamos cogiendo algo que nos atrae, aunque llevemos el carro lleno de verduras. Por lo que... ¿lo que nos atrae o lo que nos conviene?.





 
 
 

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