¿Por qué las personas intensas consideramos un defecto serlo?

SOY INTENSA. Lo he dicho. Hace años que lo tengo asumido y sigo pensando a veces que es uno de mis mayores defectos. Las personas que me conocen bien, dicen que no es malo pero dentro de mi cabeza siento que no es una de mis virtudes. Sin embargo, una parte de mí, se siente orgullosa de serlo.

No sé dar a medias, o lo doy todo o no doy nada. No sólo en mis relaciones amorosas. En general, en la vida.

Creo que por mucho que intente cambiar (y lo he intentando cada vez que he tropezado y he culpado a mi intensidad de la caída), va en mi ADN. O en mi cerebro. O en mi corazón. Tengo una amiga que, como yo, es intensa. He perdido la cuenta de las veces que nos hemos llamado llorando, una o la otra, porque la persona que estábamos conociendo ha desaparecido de la noche a la mañana. "Será que se ha asustado porque soy demasiado intensa" es la conclusión a la que hemos llegado cada vez.

NO. Ser intenso no es malo. Hoy lo digo así, puede ser que en pocos días vuelva a escribir diciendo que sí, que es lo peor que puede pasarle a una persona.

Pero, ¿cómo se vive sin intensidad? ¿a medio gas? ¿cómo se puede vivir sin reír a carcajadas? ¿cómo se puede amar sin darlo todo? Pues no lo sé.

Evidentemente, si fuera más cerebral, menos impulsiva y menos intensa, hay golpes que la vida no me habría dado, pero ¿hubiera disfrutado eso que ahora veo como "error" de la misma manera?. Pues no creo.

Creo que he pedido perdón demasiadas veces por escribir un mensaje con dos copas de más, por llamar, por estar pendiente, por querer que las personas de mi alrededor estén bien, por ser yo misma. He pedido disculpas por ser apasionada, por ilusionarme, por abrirme y mostrarme a pecho descubierto. No sé ser diferente.

"Más vale pedir perdón que pedir permiso" decía Santa Teresa de Jesús.

No voy a pedir permiso para ser yo misma. No voy a pedir permiso para mandar ese mensaje cuando me arden los dedos. No voy a pedir permiso para llamar y preguntar cómo ha ido el día, qué ha dicho el médico o si has llegado bien a casa. No voy a pedir permiso para llorar de alegría, ni para llorar de pena cuando siento que se ha vuelto a agrietar mi corazón. No voy a pedir permiso para sentir. No voy a pedir permiso para que mis ojos brillen de orgullo cuando consigas lo que te has propuesto. No voy a pedir permiso para mostrarme vulnerable un día y al día siguiente ser la mujer de hierro. No voy a pedir permiso para decidir cuando subo mis escudos ni cuando decido bajarlos. El día que tenga que pedir permiso para ser intensa significará que he perdido toda mi esencia.

Porque las luces intensas son las que ciegan a esos que no llevan las gafas de sol adecuadas.