¿Quién fui, quién soy y quién quiero ser?
- Persona Normal
- 5 ago 2021
- 5 Min. de lectura
Ayer estaba hablando con una amiga de mi época del barco. Una amiga a la que no le veía la cara desde hacía más de 13 años. Nos pusimos al día como si hiciera un mes que no nos veíamos.
Hoy me he levantado sintiéndome la misma mujer empoderada que era cuando estaba embarcada. Esa mujer de 25 años que sentía que se podía comer el mundo, que salió de su zona de confort para subir a un crucero italiano sin hablar ni una palabra de ese idioma, Esa mujer que aprendió a gestionar sus emociones para evitar el dolor que sentía cada vez que desembarcaba alguien a quien apreciaba. Esa mujer que se "enamoraba" cada mes, que lo daba todo y se desenamoraba con la misma facilidad. Esa mujer fuerte, que sabía cómo conseguir lo que quería e iba a por ello. Hoy me siento así de nuevo. Es como si mi amiga me hubiera recordado que sigo siendo quien fui. Y me pregunto, ¿en qué momento de mi camino perdí ese empoderamiento? ¿Qué es lo que hizo que perdiera mi seguridad? Sé cual fue ese punto de inflexión entre quien era y quien soy, pero también tengo claro que puede haber un nuevo punto de inflexión entre quien soy ahora y quién quiero volver a ser.
Me considero una persona valiente. Desde que tengo memoria, cuando he caído me he vuelto a levantar. De pequeña, caí esquiando y me comí la mitad de la nieve que había en la pista. Recuerdo que al llegar (con la cara por delante) donde estaban mis padres, ambos se miraron y esperaron a ver cuál era mi reacción. En lugar de tirar los esquís y mandarlo todo a la porra, les miré, me sacudí la nieve, me los volví a poner y les dije: "¿seguimos?". Siempre me han dicho que si no lo dejé en ese momento, ya no lo iba a dejar. No quise darme por vencida al primer tropiezo.
Muchos años después tomé la decisión de buscar un trabajo "estable" cuando dejé la Fórmula 1, el concepto "estabilidad" quizás lo tenía poco claro porque decidí subirme a mi primer barco de crucero. En el aeropuerto, al despedirme para coger el primer vuelo que me llevaría a Italia para embarcarme, mis padres miraban cómo subía por las escaleras automáticas, con mi portátil en el pecho. Ni siquiera me giré. Estaba asustada, llorando porque no vería a mi familia durante 6 meses, pero no quise mostrar esa debilidad. No quería preocuparles. Era mi decisión, era mi vida, me veía capaz de eso y de mucho más. Volví de mi primer embarque hablando italiano fluido, con muchísimas experiencias vividas y con un saco de momentos inolvidables. Tomé un riesgo que se convirtió en un aprendizaje.
Tras el segundo embarque me casé. Probablemente fue una de las decisiones más impulsivas de las que he tomado en mi vida. No funcionó. Esa relación hizo desaparecer bastante a la persona que era. Dejé de creer que podía con todo, dejé de creer en mí misma, creía que no podía aspirar a más de lo que tenía porque yo había tomado esa decisión. Tenía un niño pequeño, me daba miedo que creciera en una familia "desestructurada". Y alguien, en un momento dado, me dijo que si prefería que mi hijo creciera viendo que su madre no tenía el valor de ser feliz o de luchar por serlo o si, por el contrario, quería ser un modelo de conformismo e infelicidad. Tuve el valor de separarme, de empezar una nueva vida con el apoyo de los míos, volviendo a casa de mi madre con 35 años y un niño de 4 años y medio.
A veces todavía retumban en mi cerebro ciertas frases que oí repetidamente durante los últimos años de mi relación. Frases que hacen que dude de mí, de mi capacidad de poder con todo. Y sé que puedo con todo casi cada día, hay algunos días en los que no puedo ni con mi alma pero he aprendido, con el tiempo, que eso no es malo, porque soy humana.
Cuando miro lo que he conseguido, lo que he vivido, lo orgullosos que están mis padres de mí, el afecto que veo en los ojos de mis amigos y sobre todo, la admiración con la que me mira mi hijo, veo que las decisiones que he ido tomando por el camino me han convertido en la persona que soy hoy.
Cierto es que en ciertos momentos han creído más en mí las personas de mi alrededor que yo misma. Pero no quiero conformarme, no quiero pensar que no puedo conseguir eso que me proponga; quiero volver a ser esa niña de 8 años que fue a reclamar a su profesor la razón por la que no me dejaba pasar de lápiz a pluma cuando yo era consciente de que mi letra era bonita y escribía bien. No me fui de su mesa hasta que me dijo que a partir del día siguiente podría escribir con la pluma.
Soy una persona a la que no le dio miedo cambiar su vida, y he decidido (de esa forma impulsiva con la que yo tomo decisiones) que quiero seguir siendo esa persona ambiciosa, enérgica, decidida, feliz, que sonríe cuando la vida se pone complicada, que se pone tiritas cuando se hace una herida y que sigue corriendo aunque cojee. La vida es demasiado corta como para tener personas alrededor para las que no eres una prioridad, sólo una opción o un plan alternativo cuando no hay otro mejor. La vida es demasiado corta como para perderla esperando un mensaje o que alguien quiera compartir un pedazo de su camino contigo. La vida es demasiado corta como para tener que valorarnos por lo que los demás piensan de nosotros. La vida es demasiado corta como para no reconocer a la persona que vemos en el espejo.
Ayer, mi amiga me hizo dar cuenta que mi esencia de mujer fuerte sigue estando ahí, que aunque escondida, siempre ha seguido estando presente en cada decisión, en cada paso que he ido dando. Y no quiero ser la esencia de lo que fui, quiero volver a emanar esa fragancia de empoderamiento. Quiero volver a ser esa persona valiente, que no esconde lo que siente, que no tiene miedo a las emociones ni a decir que no ni a decir que sí. Quiero dejar de dudar y de desconfiar. Quiero volver a conseguir lo que deseo utilizando mis armas. Quiero comerme el mundo de nuevo, y quien se lo quiera comer conmigo... que me acompañe en el banquete.
Yo te conoci antes de subir a ese barco y por mas años y cosas que nos pasen esa es la Xenia que yo conozco la que me viene a la cabeza y veo en todas tus vivencias y fotos!!La que puede con todo,que siempre sonrie y por mal que este saca tambien una sonrisa a los demás,fuerte,empoderada y que se como el mundo!!Esa eres tu!!
Leyéndote me has removido por dentro... a menudo nos olvidamos de la fuerza que tenemos y de lo valientes que somos. Eso no se puede perder, y aunque hayan intentado tapártelo, esa vida sigue ahí, queriendo salir de esa ventana donde lleva tanto tiempo asomándose... sal y gritaaaaaa!!! Por cierto, resérvame mesa en ese banquete...