Se cayó la venda que tapaba mis ojos
- Persona Normal
- 5 sept 2021
- 3 Min. de lectura
Y he decidido dejar de ser tonta. Es por la mañana y me he levantado con las ideas más claras de lo que las he tenido en los últimos tiempos.
Mi forma de ser me lleva (o me ha llevado) a ser buena, pero no buena de no ser malvada, si no que siempre he sido de las buenas-tontas. Y me he cansado. No puedo decir qué es lo que me ha hecho intentar cambiar de actitud pero me siento agotada de dar, dar, dar, dar y recibir un porcentaje pequeño de lo que doy.
Cuando miro mis diarios pasados la frase "soy tonta" se repite innumerables veces. Siempre digo que no voy a permitir que me pase lo mismo de nuevo y allí estoy yo, haciendo lo mismo una y otra vez obteniendo el mismo resultado: la frustración de sentir que doy demasiado y que es una pérdida de tiempo estar apostando por personas que no se lo merecen.
Albert Einstein dijo: "Si quieres obtener resultados diferentes, no hagas siempre lo mismo" . Así que voy a ello. A dejar de dar a personas que no corresponden, a dejar de estar pendiente, de mandar mensajes, de intentar que todo el mundo se sienta bien... porque no se valora, porque hay personas que no se merecen esas atenciones.
Me siento como si empezara un nuevo curso, con mis nuevos objetivos, con mis nuevos bolígrafos para escribir un nuevo capítulo de mi vida.
Obviamente, voy a seguir cuidando de mi gente. MI GENTE en mayúsculas, esas que sé que están y que estarán y a las que no tengo que esforzarme para mantener en mi vida. Parece mentira las ganas y la energía que he dedicado a ciertas personas sin valorar a aquellas que están siempre, sin concesiones, sin peros, sin parecer que te hacen un favor estando. Y este grupo precioso de personas es a quien quiero y deseo dedicar mi tiempo, mis pensamientos y mis sentimientos.
La venda se ha caído y no voy a seguir justificando actitudes que no me merezco. No quiero conformarme con migajas de tiempo. Todos tenemos nuestras vidas; mis amigas hacen malabares entre trabajo, familia, hijos y su (más escasa de lo que quisieran) vida social y nunca he sentido que me hagan un favor mandándome un mensaje para ver cómo estoy.
Sin embargo, el otro día sentí eso de una persona a la que yo me convencí que quería tener en mi vida. ¿Por qué? Pues por tozuda. Decidí que la afinidad que teníamos (o tengo) con él bien se merecía tenerle cerca al precio que fuera. ¿Hola? ¿Perdona? ¿Al precio que sea? No. La mujer empoderada a la que aspiro volver a ser no admite recibir un 10% si yo doy un 200%. Hace tiempo que tengo en mente los porcentajes que acepto, los porcentajes que me hacen feliz y los porcentajes por los que voy a darlo todo.
Me he puesto vendas en los ojos porque no quería ver la realidad, esa realidad que mis amigos de verdad se han encargado de intentar que yo viera. Pero como tal y como dicen ellos, no escucho los consejos hasta que me doy de bruces con la realidad. Y aun así, con un chichón en la cabeza, sigo con mi venda mal puesta hasta el día que, de tanto llorar, la venda se seca y se desintegra.
Así que he decidido cerrar puertas (aunque sé que he dicho que no sé hacerlo), he borrado números de teléfono y conversaciones de whatsapp. Los que alguna vez habéis tenido que hacerlo, sabéis lo duro y lo significativo que puede llegar a ser borrar todas las palabras que una vez te hicieron sentir. No voy a seguir mandando mensajes esperando una respuesta que no llega. No voy a mandar un mensaje para que la otra persona responda. No me conformo con una respuesta ridícula.
Me merezco una conversación entera, personas a las que adore escuchar sus audios interminables, personas que sé que están aunque estén a 500km de mí, quiero sólo a personitas que aunque al otro lado de la pantalla, sepa que les importo tanto como ellas a mí.
Os quiero... aunque no os escuche cuando toque.
Comments